Cuando Don Ricardo vio que yo también sometía enmiendas a proyectos de ley de la Legislatura, para mejorar las condiciones de los artesanos y artistas visuales, empezó a ayudarme con mis proyectos. Mi organización, la Asociación de Arte y Folclor, también lo ayudaba con sus peticiones anuales a la UNESCO para reconocerle a Puerto Rico autonomía en la cultura y en el deporte. Con su ayuda, logramos un mercado por 16 años, basado en los valores de las Fiestas de la Calle San Sebastián (él, el Padre Bernabé del Colegio Párvulos y un puño de vecinos de la Calle lograron revivir las antiguas fiestas), donde artistas visuales, músicos, actores, bailadores, escritores y horticultores podían vender sus productos en la plaza principal del país, la Plaza de Armas durante todo el año. Fue con su apoyo a través de cartas a los alcaldes de turno que pude lograr este proyecto. Tanto los alcaldes del Partido Nuevo Progresista, como los del Partido Popular Democrático, lo respetaban. A través de su vida, había logrado milagrosamente que los diferentes partidos políticos abrazaran la cultura como un espacio compartido.
En los noventa me nombró miembro del Consejo Cultural de San Juan bajo la dirección del entonces alcalde, Héctor Luis Acevedo. El Consejo fue un organismo creado para orientar el nuevo alcalde en asuntos culturales. Hubo una diversidad enorme de recursos en ese Consejo. Representaba las diferentes categorías de la cultura incluyendo los Vecinos de la Calle San Sebastián, historiadores de la talla del Dr. Luis González Vales y la intelectual política Loida Figueroa, el ingeniero y también historiador, Dr. Aurelio Tió, el actor y comediante de primera, José Miguel Agrelot, el músico virtuoso Gustavo Batista, el folclorista y maestro de la bomba puertorriqueña, Modesto Cepeda, el dramaturgo Francisco Arriví, más los diferentes líderes de los sindicatos de los trabajadores entre otros personajes ilustres del que hacer cultural. Ahí pudimos reproducir actas históricas del Ayuntamiento de San Juan, mejorar las actividades las Fiestas de la Calle, crear residencias de artistas, y discutir asuntos de polémica cultural para escuchar y buscar soluciones.
Ellos, con el aval de la Sra. Rafaela Balladares y el artista Tony Maldonado, me encomendaron organizar la parte de los artistas visuales y los artesanos en las Fiestas durante los años noventa. En este momento, formé una cooperativa de organizaciones artísticas para mejorar las condiciones de trabajo a beneficio de los artistas, los artesanos y el público participando en las Fiestas. Con la aprobación unánime del Consejo Cultural, mudamos las presentaciones del Museo de Historia a Ballajá donde había más espacio para presentar obras de arte.
Durante este periodo, Don Ricardo también apoyó mi creación de un Campamento Folclórico de Verano para los 26 centros recreacionales del Municipio de San Juan. Con su respaldo, pudimos adiestrar a 15 jóvenes de los residenciales de la Perla, Cantera, y Llorens Torres para ser líderes recreativos. Los preparamos para compartir con los niños y jóvenes visitantes. Se convirtieron en vejigantes, músicos, bailadores, artesanos, actores y jugadores de juegos folclóricos. El proyecto duró cuatro años. También se les dio entrada a otros campamentos de verano buscando actividades inusuales como los del Banco Popular, Fomento Industrial, Lincoln Military Academy y otros.