Poema detenido en un amanecer
por Julia de Burgos
Nadie.
Iba yo sola.
Nadie.
Pintando las auroras con mi único color de soledad.
Nadie.
Repitiéndome en todas las desesperaciones.
Callándome por dentro el grito de buscarte.
Sumándome ideales en cada verdad rota.
Hiriendo las espigas con mi duelo de alzarte.
¡Oh desaparecido!
¡Cómo injerté mi alma en lo azul para hallarte!
Y así loca hacia arriba,
hirviéndome los ojos en la más roja luz para lograrte,
¡cómo seguí la huida de mi emoción más ávida
por los hospitalarios oros crepusculares!
Hasta que una mañana...
Una noche...
una tarde...
quedé como paloma acurrucada,
y me encontré los ojos por tu sangre.
Madrugadas de dioses
maravillosamente despertaron mis valles.
¡Desprendimientos! ¡ Cauces!
¡Golondrinas! ¡Estrellas!
¡Albas duras y ágiles!
Todo en ti: ¡Sol salvaje!
¿Y yo?
—Una verdad sencilla para amarte...